Seguramente, si practicas Yoga ya conoces la relajación consciente. Se suele realizar al final de la sesión y es uno de los momentos preferidos. Es el colofón a una práctica más o menos intensa, el momento del descanso, del «no hacer nada».
Sin embargo, es una de las partes más importantes de la sesión ya que se integran todas las energías de la práctica. Se asienta todo lo que se ha movido, acomodando las energías para irse en un estado de paz y equilibrio. Por eso, siempre hay que dedicarle un tiempo importante.
¿cuál es la mejor postura?
Se practica, generalmente en posición tumbada boca arriba -en una postura llamada Savasana– a no ser que haya necesidades específicas. Por ejemplo, las mujeres embarazadas lo hacen tumbadas, giradas sobre el lado izquierdo.
A mi me gusta, en algunas ocasiones o momentos emocionalmente intensos, colocarme boca abajo, en una postura que llamamos advasana. La sensación del pecho contra la tierra me calma. ¿Lo has probado alguna vez? Cambia totalmente la dinámica de la relajación.
Se pueden usar apoyos debajo de las rodillas para que la espalda baja no se resienta, sobre todo en personas que tienen tendencia a la lordosis. También se puede usar una pequeña almohada debajo de la cabeza cuidando que no quede muy levantada.
Algunas personas se ponen una manta enrollada en la parte posterior del cuello, rellenando el espacio hacia la tierra. Otras se ponen un antifaz en los ojos para cubrirse de la luz.
Lo más recomendable, a no ser que haga mucho calor, es taparse con una manta o chal. La relajación baja ligeramente la temperatura del cuerpo por lo que estar con frío en este asana, va a provocar todo lo contrario, que no haya relajación y que se esté deseando terminar.
No es una postura fácil.
Aunque parece muy sencillo eso de tumbarse, es una de las asanas más difíciles de la sesión.
¿Por qué?
Porque hay mucha/toda la tendencia a dormirse.
Savasana es la misma postura que utilizamos para dormir, por lo que el cuerpo y la mente, inmediatamente, asocian el tumbarse con el momento de dormir.
En la clase, esta parte de la práctica es todo lo contrario, es permanecer consciente, en atención; por eso es difícil.
No se trata de estar alerta, que es lo que les sucede a muchas personas que les cuesta relajarse.
Es relajación consciente. No inconsciente como el sueño o la duermevela.
Es permanecer en observación del cuerpo, de los sonidos del espacio, del momento presente.
¿Cómo es el proceso para llegar a la relajación consciente?
En una relajación consciente vamos indicando al cuerpo que se vaya relajando. Muchas veces no nos damos cuenta de las tensiones que tenemos hasta que prestamos atención. Así que vamos relajando poco a poco, con conciencia de los espacios corporales.
Hay varias maneras de hacerlo, tantas como clases, momentos, sesiones.
Algunas veces, se empieza fomentando la tensión: tensar las piernas, después brazos y pecho y, por último, la cabeza. Al final, se tensa todo el cuerpo a la vez. Con una retención en lleno, se suelta de golpe y se nota cómo el cuerpo se aligera.
Pero, por lo general, se va guiando la relajación desde los pies hasta la cabeza, poco a poco. Se asocia a la respiración:
«Inhala y lleva la atención a tus piernas; al exhalar libera tus rodillas».
Según el tiempo disponible, se puede ser más o menos detallista. Por ejemplo, indicar que se relajen ambos pies o indicar un solo pie, dedo a dedo. Así hasta la coronilla.
Es muy interesante ir desgranando el cuerpo para darnos cuenta de que incluso en relajación mantenemos ciertos resquicios de tensión. En manos, en el pecho, en la mandíbula y en la cara caemos en la cuenta de que no estábamos en completa relajación. Incluso a veces después de relajar conscientemente, se vuelve a tensar de forma automática.
A mi me gusta indicar abrir o cerrar la boca o forzar un bostezo para liberar la mandíbula, un espacio muy común de acumulación de tensiones, sobre todo emocionales.
Cuando todo esto sucede, estamos ya propiamente en Savasana, la postura del cadáver. No hay movimiento. Lo único que nos diferencia de un cadáver es la sutil respiración abdominal que surge. Es una respiración muy natural, espontánea, suave, calmada.
Según el momento, el espacio, la situación. se pone música o no.
¿cuánto dura una buena relajación?
Este es todo un tema para reflexionar.
A veces veo que no se le dedica tiempo a la relajación. Como se ha mencionado, es una parte importante de la práctica y algunas personas se la saltan o la cambian por un momento de meditación. Yo incluiría ambas si fuera posible. Algunas veces los alumnos que tienen que salir antes, se van justo en este importante momento, porque lo pongo al final de la sesión. Me da pena que se pierdan este momento de autoconciencia de todo lo que ha sucedido.
A mi me gusta, en una sesión de una hora, dedicar unos diez minutos a la relajación. Así da tiempo a colocarse a gusto, repasar el cuerpo y tener unos minutos de silencio y contemplación. Menos tiempo, en mi opinión, no permite asentar las energías que se han movido. Pero si se tiene menos tiempo, siempre es mejor poco, que no hacerla.
Beneficios de la relajación consciente
Como he comentado antes, el primer beneficio es integrar toda la energía de la práctica de yoga que se ha realizado. Pero incluso si no has hecho práctica de Yoga previamente, la relajación consciente tiene sus grandes beneficios.
Ayuda a la propiocepción del cuerpo, al ir repasando parte por parte cómo se encuentra el cuerpo. Si la practicamos a menudo, nos daremos cuenta de ciertos patrones de acumulación de tensión, sobre todo tensión inconsciente.
Relajar el cuerpo ayuda a un mejor flujo de la circulación sanguínea. El corazón descansa y bombea suavemente. Cuantos menos obstáculos tenga, mejor nutrirá los músculos, huesos, tejidos y órganos.
Asimismo, la energía se distribuye de forma homogénea, sin obstáculos o bloqueos.
La mente también se calma ya que se queda observando la respiración, las sensaciones o los sonidos del espacio. Se le invita a que permanezca mirando, sin juicio, neutral. Es un espacio de relajación mental ya que sabe que son solo unos minutos y nos permitimos esos momentos de «no pensar».
Las emociones se apaciguan. La exhalación y la relajación del cuerpo han ido generando también un espacio de liberación emocional.
El regreso
Cuando llega el momento de salir de la relajación, el cuerpo se siente muy pesado. Es increíble la sensación de pesadez y parece que sería imposible volver al movimiento.
Nos ayudamos de la respiración. Con suavidad, vamos interviniendo en la respiración espontánea haciendo cada vez más largas las inhalaciones y las exhalaciones. Con eso, poco a poco el cuerpo se vuelve a activar.
Tras varias respiraciones, se comienza a mover el cuerpo sutilmente, empezando por las zonas más lejanas, dedos de las manos y de los pies.
Se va ampliando el movimiento hasta lograr que el cuerpo se energetice completamente. Suavemente, respetando los principios de Ahimsa, Satya, Asteya, siendo auténticas y respetando los tiempos del cuerpo, vamos estirando y volviendo. Sin dolor, sin violencia, sin apego.
Se recomienda girarse hacia el lado derecho y permanecer unos instantes así. Después de un rato de relajación la espalda se ha soltado y levantarnos de golpe puede sobrecargarla sin motivo. Así que girando y saliendo despacio vamos ayudándola a recuperar su fuerza. Giramos por el lado derecho porque el corazón se sitúa en la izquierda y evitamos que el peso y toda la sangre caigan de golpe sobre este órgano.
Poco a poco, nos vamos sentando y se puede enlazar con un espacio para la meditación o con el cierre de la sesión.
Aquí te dejo grabaciones para que conozcas cómo es este proceso. Una es más corta y la otra es más larga porque es más detallada.
Espero que las disfrutes y ¡no te duermas!